—Al final no he ido
—¿Y eso?
—Podque tenía que pagad el billete del ten, y como tú no
subvensionaz nada, no iba a id andando.
—¿Y dónde has estado todo el día?
—De mani en mani, y ente mediaz me comía loz bocadilloz que m’haz
pepadao.
—Claro, eso no es subvención, es alimentación, ¿no?
—Oye, yo no zabía que loz tabahadodez ezpañolez eztaban máz en la
calle que en el pado.
—Más o menos es lo mismo, pero protestar es gratis.
—Pada algunoz. Pedo vaya solidadidá, colega.
—Yo no creo que las huelgas sirvan para algo. Y más desde que los
patronos pueden hacer lo que les salga de las narices.
—Poz pod ezo hay que potestad.
—Sería mejor que protestáramos en las urnas más que en las calles.
—Hay que potestad en toz laoz, tío.
—Entonces, no has estrenado el saco de dormir, claro.
—Zí, zí que l’h’eztenao.
—¿Y dónde te has echado la siesta, entre dos farolas?
—No, azí no.
—Entonces.
—Ez que un madero z’ha dezpiztao dando leña a un shaval y Ede Se A ha apoveshao y l’ha zoltao un zacazo en el cazco.
—¿Y no se ha revuelto?
—Zí, pedo como midaba pada adiba, yo m’he ezcamoteao pod una
alcantadilla.
—Claro, de ahí el olor que traes.
—Mehod ezte olod que loz poziblez modetonez.
—Hueles a cloaca.
—¿Y a qué te queez que güele tu paíz?
—No es mío.
—Pod menoz mal.
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