—Es que estoy desintoxicándome de ti.
—¿Y ezo?
—Porque, a veces, creo que mi ilusión está deformando mi realidad.
—Me dehaz zin palabaz.
—Sería la primera vez.
—La iluzión no ez máz que ezo, iluzión.
—Y también un motor.
—Pedo tú, ¿de qué iluzión hablaz?
—¿Hay más de una?
—Que yo zepa, mínimo doz. Una ez la ezpedansa de que algo güeno ze
cumpla, y la ota aquella que te difedensia de mí.
—¿Tú no tienes ilusiones?
—Mi ánima tiene una ele al final, no lo olvidez.
—Pues ya tienes más que yo, animal.
—Aunque penzándolo mehod...
—Pero si tú no piensas.
—En ezte cazo eztáz penzando tú.
—Me estás liando.
—¿Máz?
—Sí, más. ¿No lo crees posible o qué?
—Poz la veddá ez que no. Como cazi ziempe hablaz ez cáteda.
—Vaya, hacía mucho que no me lo decían.
—Ez que el único que te pone loz puntoz zobe laz iez ez Ede Se A.
—Ya está el ombligo del mundo.
—Ez que zi dezapadesiedan laz danaz, el mundo se iba al gadete.
—Al contrario de lo que ocurriría si desapareciera el hombre.
—Ezo ez veddá, al mundo le idía de deshupete si oz fuedaiz todoz a
tomad...
—¡Eeeeeeeh!
—Viento fezco a ota galazia.
—Sí, teníamos que morirnos al llegar a la adolescencia.
—No desiaz que no te hasiaz iluzionez.
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