domingo, 3 de febrero de 2013

Monólogo

—¿Sabes?, hay quien está convencido de que la maldad es inherente al ser humano.
—¿Y?
—Que yo todavía, y digo todavía, lo dudo.
—¿Sí?
—Sí, al menos como generalización.
—¡Ah!
—Aún quedan ejemplos que avalan mi duda.
—Ya.
—Entre las especies en peligro de extinción hay que contar al grupo de políticos mediterráneos honrados, en cambio proliferan aquéllos que sólo están en la política para seguir en ella.
—No me digaz.
—Sí, sí te digo. Y a cualquier precio. No debería, por ley, existir la profesión vitalicia de político. Deberían ponerle fecha de caducidad.
—Como a loz yogudez, ¿no?
—Me viene a la cabeza el dicho sobre la mujer del césar y no me queda claro en este caso.
—A mi tampoco, Mendugo.
—Aquí, por estos lares, intuyo que lo único que importa es parecer honrado, no serlo. Y me viene también el recuerdo del harakiri que los diputados franquistas llevaron a la práctica en su momento, hará ya unos treinta y siete años.
—Yo no había nasido.
—Yo sí, y crecido. Aquello que nos parecía impensable se produjo aun fuera de la democracia. Hoy, que la sufrimos más que la disfrutamos, me parece menos posible que los actuales mandatarios legislen a favor del pueblo y en contra de sus ya viejas y ganadas prebendas.
—¡Buenooooo!
—Y no es que flaqueen mis convicciones a favor de la libertad, no. Pero me pregunto si lo que pretendían aquellos políticos elegidos a dedo no es lo que estamos viviendo hoy. Por supuesto que aquéllos no fueron elegidos libremente y que éstos han sido votados en las urnas, y no son moralmente comparables.
—Dezde luego.
—Por otro lado el dictatorial jefe de estado quiso dejar bien atado el futuro de las ideas que se llevó con él y nos impuso. Pero no menos cierto es que los hoy elegidos por sufragio universal quieren atar su futuro en vida.
—Bien.
—¿No dices tú nada?

—Ya lo haz disho tú todo. Hoy a Ede Se A le toca ezcushad, sed todo oidoz. Yo ni voto, ni zueño.









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