Cuando yo era chico, ninguno de mis vecinos de escalera entendía a la Juani. Nieta de porteros, teñida de rubio, estudiante de idiomas, y con un novio negro con colorido gorro de lana, hombretón que la dejaba en la esquina de mi calle casi todas la noches. Luego, el trayecto hasta el número cuatro lo hacía sola, y en verano acompañada de todas nuestras miradas silenciosas que, tras su paso, darían pie a lenguas murmuradoras de ojos sorprendidos. De aquello a hoy, cuarenta años lo menos. Todo ha evolucionado (¿a mejor?). El novio de la Juani sigue acompañándola a casa, ahora llega hasta el portal, pero sigue sin entrar en la portería. Nosotros continuamos mirando y murmurando. ¡Hay que ver!
miércoles, 2 de mayo de 2007
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