No renuncio a publicar mis discursos, porque nunca deseé hacerlo por vía oficial y mercantil. Con quien vivo desde hace veintiocho años, y otros que anduvimos descubriéndonos, sí quiere. Ella misma; que para eso es libre y quiere presumir de compañero. De lo mío lo suyo, y viceversa. No soy humilde, ni lo contrario tampoco; me quedo en poco ambicioso, ajustándome a lo que nuestro diccionario define como ambición. Pretendo, eso sí, conocerme. Y si, por casualidad otro me conoce y me tiene en cuenta, mejor para los dos; pero sin más. Antes de este ejercicio editorial en la Red, reciente y sugerido, nadie que no conociera me había dedicado voluntariamente un minuto de su tiempo. Tampoco pretendo que tal tesoro se gaste en ello. La cuestión es que escribir me hace pensar en mí y en lo que me rodea, y a eso no renunciaré jamás. Por eso también leo. Por eso me siento vivo.
Esto me lo ha sugerido la pregunta que un tal Anónimo me deja en los comentarios de la entrada que titulé Consejos vendo... y que no había leído hasta hoy. Sólo puedo contestarte que al gato le pasó lo mismo que al que no hacemos ni puto caso. De ahí nació mi indisposición transitoria, aunque todavía colea por mi conciencia, como tantos otros errores de omisión. Siento no dar al asunto mejor término, pero nobleza y tú obligan. Gracias por dialogar conmigo.
1 comentario:
Me enteré hace tres días de la posibilidad de que tus ideas y escritos quedaran plasmadas en algo fuera de tu entorno.
También conocí ayer tu blog -como por casualidad-; y me dí cuenta, que a pesar de los años transcurridos, eres como te recuerdo. Pero con más años y vida. Que es lo que nos pasa a todos, porque no tiene remedio.
Sigue adelante.
Lo de la casualidad de más arriba, ya sabes que no fué casualidad.
Publicar un comentario